miércoles, 22 de abril de 2009

ILUSIONES QUE HACEN LA VIDA**


PARTE 1/2


“Cada vez que lo leo suena más estúpido pero ni modo, era mi sueño”, susurró para sus adentros, mientras ojeaba el Shangai Daily.
“Ahora, para el mundo entero soy Zhang, el chinito desempleado que quería conocer el mar desde que era un niño. Ni siquiera les alcanzó para poner mi nombre completo”.


Dobló el periódico y lo metió en la bolsa trasera de su pantalón y siguió caminando en su acostumbrado recorrido por las fábricas de Xiaoshan en busca de su próximo empleo.

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Todo comenzó en diciembre de 2008, gracias a la crisis económica internacional la fábrica dónde Zhang manufacturaba electrodomésticos para una firma local.


“No era tan malo el trabajo, al menos tenía uno. Yo ganaba en yuanes lo que serían unos 25 centavos de dólar por hora aunque era mejor que trabajar en el campo como mis padres”, confesó el joven de 22 años que emigró a la ciudad como unos 10 millones de chinos en el 2008.

Su destino fue Xiaoshan, en la provincia de Zhejiang. Según la revista FORBES es la mejor opción para hacer negocios en China; el World Bank la calificó como la mejor ciudad para invertir incluso sobre Shangai.

Incluso la Taiwán Electrical and Electronic Manufacturers Association sugiere a Xiaoshan como el primer destino de inversión para sus agremiados.

Pero todos esos blasones de nada sirvieron para que unos 2 millones de personas mantuvieran su empleo con la crisis global.

“Apenas me dieron una compensación que alcanzaría para un mes así que debía se precavido. Recorrí muchas calles en busca, acudí a mis amigos y nadie supo darme alguna seña para trabajar”.
“Fui a las constructoras de toda Zhejiang y nada. Lo malo es que el dinero se estaba terminando y ya no tenía dinero para pagar la renta”, recordó Zhang.


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Días después, sin tener resultados, Zhang volvió a su cuarto. Se tiró en la cama y contempló lo que había alrededor: la caja de cartón de su ropa, la vieja televisión que le servía de compañera en los noches y tomó una decisión, la mancha en la pared que nunca tuvo tiempo de limpiar.

“¡Esto apesta!”, entonces tomó una bolsa de plástico, empacó un pantalón, algunas playeras. Al día siguiente vencía la rente y su casero se apropiaría de todo lo demás.
“Mi vida es un asco, mi existencia es basura. Quiero saber cómo es el mar, al menos me merezco eso”.

CONTINUARÁ…


** Este relato es una reconstrucción literaria elaborada por el autor a partir de datos reales. Todas las cifras, hechos y personajes son verídicos, obtenidos de fuentes periodísticas.